subota, 5. siječnja 2008.

Nos detenemos frente a la orilla y te vemos partir

Se va nuestro Pepe

Nos detenemos frente a la orilla y te vemos partir. Te vas de capitán de barco, uno nuevo, desconocido para nosotros, quizás el “Catalina III”. Vemos tu silueta desaparecer entre las olas, sentimos que es lo mejor, que al final navegarás en paz. Pero de pronto estamos frente a un abismo, a punto de caer, te vemos tan lejos que ya es casi imposible distinguirte, entonces nos encontramos solos: los que quedamos a este lado. Y nos enfrentamos irremediablemente al vacío de la muerte, a su misterio más absoluto y dudamos de nuestras convicciones y no sabemos si queremos dejarte ir.

Todo pasó tan lento y tan rápido. Como tu vida. Viviste a concho, cada momento con una intensidad tal que siempre nos mantuvistes pendientes de ti. En 53 años de vida conociste el éxito y el fracaso, subiste hasta lo más alto y descendiste a zonas oscuras que solo tú supiste. Y nosotros estábamos ahí. Aprendimos a conocerte, a dejarnos sorprender y a quererte tal cual eras. Dentro de tu recato, de tu compostura, de tu caballerosidad, estaba siempre el desborde, el desacato, la explosión.

Te gustaba vivir, Pepe. Y nosotros lo sabíamos porque lo vimos en el brillo de tus ojos en tantas ocasiones. El tío viajero, excéntrico y por qué no decirlo, polémico.

Vimos tu plenitud cada vez que partías a Dichato y te subías al Catalina, yate nombrado así en honor a tu hija, a surcar las olas del sur. De la mano de Andrés, tu fiel marinero, fuimos testigos de esos viajes familiares cargados de mareos, whiskyes y “sapo cancioneros”.

Vimos con qué pasión sacaste adelante “la fábrica”, Xylo. Aprendí a leer en uno de tus muebles, hice mis primeras tareas en ese pupitre al que se le levantaba la tapa de madera. Guardamos nuestros juguetes en ese baúl que tú mismo diseñaste.

Pepe, no sabes lo importante y marcador que has sido en nuestras vidas. Quizás ni nosotros lo sabemos, lo vamos descubriendo minuto a minuto cuando se aparece en nuestra mente la escena de tú cocinándonos en Chillán una chuletita acaramelada. Todo, por supuesto, musicalizado por Los Huasos Quincheros, los Hermanos Zabaleta, Mocedades o Joaquín Sabina. Y de tanto en tanto, por unos himnos navales que te empeñabas en entonar con tu dedo índice bien estirado. Te gustaba eso de la “chilenidad” y más de una vez te vimos de punta en blanco con tu traje de huaso, huaso elegante claro está.

Hace un año que veníamos preparándonos para este momento, sin embargo, no podemos encontrar consuelo al saber que nunca más nuestro tío, mi padrino, nos va a pedir un whisky con hielo. ¿Qué vamos a hacer con ese sonido de cuello tuyo tan característico y que hoy nos retumba en la cabeza? Quién va a celebrar sus cumpleaños con “piñata para adultos” o va a organizar cuanto campeonato de tenis pudiese, como el mítico “Open de Pingueral”? ¿Quién nos va a meter el bichito del juego, sino tú con esa mesa especialmente diseñada por ti para jugar al casino hasta altas horas de la noche?

Fuiste obsesivo y detallista en lo que deseabas y así fue como viajaste a China, Taiwán y países de Europa del este, en tiempos en que nadie lo hacía.

No fuiste perfecto. Te equivocaste, como todos, pero fuiste generoso. Nos dejaste compartir contigo tus penas y alegrías.

Y no fue distinto este último tiempo. Compartiste con nosotros un nuevo proceso y mientras la muerte te acechaba en radiografías y diagnósticos médicos, tú te empeñaste en renacer. En reconciliar, en sanar, en volver a amar.

Vimos a nuestras madres cuidarte con un amor tan profundo, tan irracional, tan extremo. Hoy las vemos llorar tu partida, la partida de su único hermano, del menor. Y las vamos a cuidar. Las vamos a abrazar por todos los abrazos que van a necesitar de ti por todos los años que nos quedan. Y particularmente te digo que junto a mis hermanos vamos a proteger a mi madre, tu incuestionable y fiel compañera de viajes.

Siento que estas palabras ya tienen que terminar y no quiero. Sé que cuando deje de leer será mañana, y ayer ocurrió que te fuiste. Y ya eres historia, tu vida es historia. Es parte de nuestra historia que seguiremos construyendo sin olvidar lo que aprendimos de tu propia vida. Y en nuestras casas abrazaremos siempre a tus hijos, nuestros primos, que han perdido tu ausencia, pero han ganado más hermanos.


Y como tú siempre decías:
Lealtad, rectitud y honorabilidad.
Hombría ante todas las cosas.

Te vamos a echar muuuucho de menos.



Isidora Cabezón Papic

Nema komentara: